EN COLABORACIÓN CON APAL, ASOCIACIÓN PARA LA PREVENCIÓN Y AYUDA AL LUDÓPATA.
El fácil acceso a las apuestas deportivas y juegos de azar (ruleta, póker y maquinitas, principalmente) a través de aplicaciones para el móvil y el ordenador, a las que pueden acceder las 24h del día realizando apuestas de poco dinero, lleva a adolescentes y jóvenes a creer que el riesgo es mínimo.
El anonimato que les da internet y la inmediatez de los resultados son dos de los motivos que les incitan a “probar suerte” en las apuestas y en este tipo de juegos. De hecho, comienzan a jugar en estas webs desde su propia casa o en grupos de amigos y apuestan a todo tipo de variables: quién marcará primero, cuántos goles marcará cada equipo, etc… Aunque ganen alguna vez, las pérdidas siempre superarán a las ganancias y las pérdidas llegarán… es entonces cuando intentarán recuperar lo perdido, lo que les llevará a pedir y en ocasiones robar dinero a familiares o amigos. Por lo tanto, lo que antes era apostar o jugar por curiosidad, entretenimiento o diversión se ha convertido en una necesidad, una adicción por lo que familias, educadores y profesionales socio-sanitarios tenemos la responsabilidad de proteger a nuestros jóvenes y educarles en un mundo en el que el juego está y estará presente y transmitirles que con el juego nunca van a ganar.
El juego es una actividad que ha acompañado siempre al ser humano, como opción de ocio, como forma de aprender, de relacionarnos con otros, de evadirnos de las rutinas… pero también es un negocio que genera beneficios multimillonarios y que está ahora, más accesible que nunca. Aunque con el tiempo logremos reducir su publicidad y se cambie la normativa que lo regula, debemos aprender a vivir en un mundo con juego sin que esto suponga un riesgo.
La adicción al juego o juego patológico es una enfermedad o trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud, en el que aparece una conducta de “juego problemático persistente y recurrente”, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo. Este trastorno puede aparecer con cualquier tipo de juego de azar (máquinas tragaperras, bingo, ruleta, póker, apuesta deportivas, loterías, etc.)
«Estas conductas pueden estar presentes continuamente o aparecer de forma episódica, tras periodos de apaciguamiento o de abandono del juego.»
Si bien el juego puede verse como una forma de obtener “dinero fácil”, cuando éste problema va en aumento tiende a acaparar todos los recursos económicos del jugador y tiene que buscar dinero de otras fuentes como pedir prestado a amigos y/o familiares, gastar ahorros, abusar de tarjetas o los llamados “microcréditos”.
Son préstamos de pequeña cuantía pero con elevados intereses, que si bien no exigen muchas condiciones para obtenerlos, a menudo quedan impagados por la falta de recursos y al acumularse los intereses pueden generar grandes deudas.
Cuando el juego empieza a ser abusivo pueden aparecer síntomas de depresión, ansiedad, impulsividad, agresividad, aislamiento y en situaciones graves incluso ideas de suicidio.
El aislamiento, el gasto excesivo, las mentiras, los robos en casa (dinero u objetos para su venta), los comportamientos agresivos en casa y la falta de comunicación afectan al núcleo familiar dificultando la convivencia.
El consumo de alcohol es habitual en el juego patológico y es un reclamo en los salones de juego. Puede aparecer consumo de otras sustancias bien como forma de mantenerse activos para continuar jugando o bien por que el acceso a drogas ilegales se utiliza para obtener dinero con el que poder jugar.
Cuando el juego o las consecuencias del mismo producen una preocupación permanente, suelen aparecer los problemas de concentración, baja el rendimiento en clase y aumenta el absentismo escolar.
La necesidad de obtener dinero para jugar puede llevar a cometer actos delictivos (robos, hurtos en casa, fraudes informáticos, menudeo de drogas), especialmente en los jóvenes sin ingresos.
A medida que se agrava la conducta de juego, se empobrecen las relaciones sociales, pierden interés por otras actividades de ocio o intereses y evitan el contacto con sus amistades, hasta que el círculo social queda restringido a aquellas personas relacionadas con el juego.
La tensión que provocan las deudas y el estrés continuado por ocultar su situación produce alteraciones físicas, como fatiga, insomnio, mareos, dolores de cabeza, alteraciones gastrointestinales, tensión o dolor muscular.
Comúnmente relacionada con la “suerte del principiante”, al principio puede parecer fácil ganar, el gasto en juego puede ser pequeño y esporádico pero las ganancias llamativas. Esto genera una falsa sensación de control, se sobreestiman las habilidades o conocimientos sobre el juego o el deporte, piensan que han encontrado un “sistema” para ganar. A menudo el juego también es divertido, excitante y es una forma de relacionarse con sus amigos: el salón de juego es el punto de encuentro donde quedar después de clase, para ver un partido o antes de salir los fines de semana. Esta fase es fundamental para el desarrollo del problema porque relaciona el juego con esa imagen positiva (dinero fácil, me divierto con amigos/as, soy bueno/a apostando) y se caracteriza por los siguientes comportamientos a observar:
1. Poder adquisitivo no acorde con lo esperable para su situación económica, suelen derrochar y presumir de sus ganancias. Aparece con ropa nueva u otros caprichos y no nos cuadra cómo ha podido costearlo.
2. No siempre esconden su interés por el juego: hablan de las web y foros que consultan, de los resultados, de las apuestas, de las ganancias, de sus estrategias…
3. Aumenta su interés y nerviosismo ante los eventos deportivos en los que apuestan y consultan constantemente los resultados.
4. Si el juego es presencial, incluso pueden animar a otros para que les acompañen, prueben suerte o sigan sus indicaciones.
A consecuencia del “éxito” en la fase anterior, empiezan a aumentar las cantidades para jugar y la frecuencia, no tienen en cuenta que el azar es aleatorio y sus pensamientos se rigen por la “regla de tres”: si con 1€ gano 2€, con 10€ gano 20€. Empiezan a gastar más y se arriesgan más, por lo que las pérdidas son mayores, aparece la necesidad de recuperar y pueden empezar a buscar formas de conseguir más dinero para poder jugar por encima de sus posibilidades. Pueden ser conscientes de que el juego ya no es una forma tan fiable para obtener dinero pero la idea de “ganar es fácil” es más fuerte. Empiezan a preocuparse por las pérdidas o las deudas y las relaciones sociales y el rendimiento académico o laboral se ven afectados. En esta fase las conductas a observar son las siguientes:
1. Hablan o presumen menos de sus habilidades con el juego.
2. Pasan mucho tiempo en casa con dispositivos móviles, ocultan lo que están viendo.
3. El juego y las actividades relacionadas van ocupando cada vez más espacio de otras obligaciones o intereses: pasan más tiempo en su habitación, salen menos con amigos/as, no dedican tiempo suficiente a sus obligaciones, faltan o llegan tarde a clase o al trabajo, se saltan comidas, se acuestan tarde…
4. Reacciones desproporcionadas: irritables, discuten agresivamente y utilizan el chantaje emocional o la manipulación para rehuir de sus obligaciones.
5. Es posible que pida dinero para solucionar su problema económico
6. Es posible que trate de controlar o parar de jugar temporalmente.
7. Aparecen los primeros signos de ansiedad: tensión, preocupación, irritabilidad, contestaciones desagradables, etc.
En esta fase el juego y las consecuencias del mismo ocupan prácticamente todo el espacio temporal, mental y social, es su principal preocupación, lo primero en lo que piensa al levantarse y lo que le quita el sueño por la noche. Los problemas económicos se agravan y pueden recurrir a formas más arriesgadas de obtener dinero para jugar o solucionar su precaria situación (robos, venta de objetos, abuso de tarjetas o microcréditos). A los síntomas de ansiedad pueden sumarse los depresivos (tristeza, falta de energía, desinterés por otras actividades, aislamiento, sentimientos de inutilidad y baja autoestima), reacciones desproporcionadas o agresivas y, en los casos más graves, incluso ideas o intentos de suicidio.
Signos a observar:
1. El juego y el dinero se convierten en temas tabú: rehúyen hablar de ello, no quieren dar muchas explicaciones, y si insistimos, se enfadan.
2. Aislamiento, no hablan, no salen de su habitación, quedan menos con amistades, parecen “un mueble en casa”, faltan a clase o al trabajo, no realizan sus tareas, etc.
3. Preocupación constante, a menudo se muestran “perdidos en su pensamiento”, ausentes, no prestan atención o les cuesta concentrarse.
5. Puede observarse despreocupación por sus cosas (el cuarto más desordenado) o hacia ellos/as mismos/as (desaliño, despreocupados/as por su aspecto).
6. Ha faltado dinero de casa u objetos de valor, hay gastos no justificados con las tarjetas de crédito. Algunas personas pueden llegar a cometer actos ilegales: hurtos, robos, estafas, tráfico de drogas.
7. Pueden aparecer síntomas físicos asociados al elevado nivel de estrés:insomnio, pérdida o aumento de apetito, dolores musculares, dolores de cabeza o de estómago o erupciones en la piel.
“Yo lo controlo y tengo un sistema para ganar”. Hay una ilusión de control no es real.
“Si juego por las mañanas tendré más suerte”, “hoy llevo la camisa de la suerte”. Supersticiones, talismanes o “pensamientos mágicos”.
“Hoy he tenido un mal día, hoy voy a tener suerte”. Creer que la suerte está influenciada por determinados acontecimiento o situaciones que son “señales de buena suerte”… lo que no es real.
“La máquina está caliente y está cerca el premio». Creencia en la posibilidad de predecir los resultados en base a las observaciones, sin tener en cuenta que el azar no es predecible.
“He jugado mucho en esta web se cómo organizan las apuestas”. Creencia en la posibilidad de predecir en base a la experiencia o conocimiento que se tenga.
“Tengo un sistema infalible para ganar”. La persona cree que el resultado del juego dependerá de su habilidad o de sus estrategias. Tratándose de juegos de azar, esta ilusión de control no es posible.
“Casi siempre gano”. La persona que juega solo recuerda las veces que ha ganado sin tener en cuenta el total de las cantidades perdidas.
“He fallado porque el árbitro es malo”. Tendencia a atribuir los éxitos a factores internos (habilidad personal, conocimientos) y los fracasos a factores externos.
“Hoy no es mi día”. Creencia que las pérdidas se deben a la mala suerte y no al azar.