El conflicto se origina en situaciones propias de la convivencia y de las relaciones humanas, por ello, se afirma que es tan natural como la vida misma. En si, los conflictos no son ni buenos ni malos, depende de cómo se afronten podrán tener un resultado u otro.
Los conflictos o problemas con los hijos suelen ser aquellos que como padres más dolor producen puesto que además de repercutir en la convivencia familiar, los padres sienten dolor, pena, angustia por las personas a las que se quiere. Por ello, antes de que como padres actuemos ante un conflicto, conviene hacerse algunas preguntas previas
¿Se trata de un hecho puntual o puede tener repercusiones a largo plazo para nuestro hijo?
Como padres evaluaremos la situación problema, y para ello, trataremos de discriminar si lo ocurrido es una situación puntual o si es un hecho repetido que puede dar lugar a un problema mayor. Los hijos adolescentes se encuentran en un momento de aprendizaje y por ello tienen que ensayar diferentes maneras de resolver un problema. Como padres, debemos estar atentos a las dificultades de los hijos, pero también permitirles equivocarse en la manera de resolverlos.
Por ejemplo, ante un descenso sustancial en su rendimiento escolar, como padres abordaremos el tema con nuestros hijos, les preguntaremos sobre lo ocurrido, y valoraremos si es necesario realizar alguna intervención o si con algunas pautas o sugerencias es suficiente para que lo resuelva.
¿La conducta inadecuada afecta a los valores que la familia pretende transmitir?
Muchos de los comportamientos de nuestros hijos están relacionados con los valores sobre los que se instala la convivencia. Es el caso de la comunicación y los espacios que la facilitan.
Por ejemplo, uno de nuestros hijos dedica buena parte de su tiempo libre a jugar con los videojuegos y esto hace que se reduzca la comunicación con los hermanos y padres, puesto que suele levantarse de la mesa rápidamente y se encierra en su habitación toda la tarde.
¿Existen otras alternativas para cambiar el comportamiento?
La educación de nuestros hijos requiere creatividad y mucha paciencia. A veces la respuesta más adecuada para una situación problemática se encuentra pensando en otras posibles soluciones que funcionaron en otras ocasiones o incluso, haciendo participes a nuestros hijos, especialmente en la etapa adolescente.
Algunas alternativas podrían ser: